El frío, el viento, la nieve, la calefacción, los cambios bruscos de temperatura o, incluso, la contaminación pueden provocar deshidratación en nuestra piel, creando un efecto de piel seca. Las bajas temperaturas alteran la función barrera de la piel y reducen la producción de grasa en las glándulas sebáceas. En consecuencia, la piel queda desprotegida y deshidratada debido a la pérdida de agua transepidérmica, apareciendo la tirantez, el enrojecimiento y el picor.
El frío es uno de los principales responsables de la deshidratación, seguido del aire y el exceso de las calefacciones dentro de las casas. Cada zona demanda un tipo de hidratación distinta. Por ejemplo, para la cara es recomendable que la crema hidratante eleve siempre un factor de protección para el sol.
La hidratación es fundamental para combatir la piel seca: una hidratación diaria aportará mayor flexibilidad y nutrientes a nuestra piel. Aplica una crema hidratante en el rostro, pero también en otras partes del cuerpo como el escote, el cuello o las piernas.
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